miércoles 16 de octubre de 2024
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La democracia soy yo

La democracia soy yo

Alfonso Jaime Martínez Lazcano

 

HEGEMONÍAS, INCONGRUENCIAS Y EL DESAFÍO POR LA VERDAD

 

Introducción

La frase «la democracia soy yo» expresa un poder absoluto, una concentración de autoridad en una sola persona o en los carteles globales, en otra hora “el Estado soy yo”. Sin embargo, esta expresión, lejos de ser una mera frase retórica, es factible que describa una realidad palpable en muchos contextos políticos contemporáneos. Las hegemonías, tanto a nivel nacional como internacional, han demostrado el interés de impulsar una tendencia creciente a imponer sus visiones, socavando los principios fundamentales de la democracia, que es el respeto al discenso,  y revelando una profunda incongruencia entre el discurso «democrático» que destilan y la práctica política de imposición.

Hegemonías: imposición de visiones y control del discurso

Las redes elitistas, entendidas como el dominio de grupos sociales corporativos o político sobre otros, ejercen un poder significativo en la configuración de las normas, valores y estructuras de las sociedades. A través de diversos mecanismos, como los medios de comunicación, las instituciones educativas y los aparatos estatales, así las hegemonías imponen sus visiones, limitando el pluralismo y el debate democrático.

Los medios de comunicación masivos convencionales, están concentrados en pocas manos de corte empresarial, estos desempeñan un papel crucial en la construcción de la «realidad social». Al seleccionar, editar  y presentar la información de manera sesgada, de esta forma los poderosos moldean la opinión que se publica, y no en pocas ocasiones logran manipular a grandes capas de la sociedad.

Las redes globalistas construyen narrativas históricas y culturales que legitiman su dominio y excluyen otras perspectivas. Estas narrativas se convierten en verdades incuestionables y dificultan la emergencia de nuevas voces y visiones alternativas.

En casos extremos, los imperios recurren a la coerción y la represión para silenciar a opositores, son capaces invadir o desestabilizar países, imponen sus interés a los países «aliados», que actúan más como lacayos que como Estados soberanos, todo en busca de consolidar el poder. La persecución política, la censura y la violencia son herramientas utilizadas para imponer el orden hegemónico.

La incongruencia de las democráticas occidentales

La incongruencia entre el discurso democrático y la práctica política de las democracias occidentales  se manifiesta de diversas formas: A pesar de los discursos igualitarios, las hegemonías perpetúan y profundizan las desigualdades sociales, económicas y políticas. El acceso a los recursos, las oportunidades y la representación política sigue siendo desigual, privilegiando a unos pocos en detrimento de las mayorías.

La dominación tiende a excluir a ciertos grupos sociales, como las minorías étnicas, raciales, religiosas o sexuales, de la participación política  de la toma de decisiones, así la democracia se desvirtúa y se convierte en un juego de poder, en el que solo algunos tienen voz y voto.

Estos sistemas fomentan la corrupción, entendida como el uso del poder público para beneficio personal o copular, es una práctica común en los sistemas políticos dominados, de esta forma se socava la confianza en las instituciones y debilita el Estado de derecho.

La violencia política, tanto física como simbólica, es una herramienta utilizada para mantener el orden establecido y reprimir la disidencia. La violencia genera miedo y silencia a quienes se oponen al poder.

El desafío de la verdadera democracia

La construcción de una verdadera democracia requiere superar los desafíos planteados por las hegemonías. Esto implica fortalecer la participación ciudadana, lo cual es fundamental para garantizar que todos tengan la oportunidad de participar en la toma de decisiones políticas, más allá de las elecciones periódicas.

El promover la transparencia y la rendición de cuentas de las instituciones públicas; el acceso a la información y la participación en los procesos de control social son esenciales.

La lucha contra la corrupción es fundamental para restaurar la confianza en las instituciones y garantizar una distribución equitativa de los recursos.

Respetar los derechos humanos su protección incluyendo los derechos políticos, civiles, sociales, económicos, culturales y ambientales, es un pilar fundamental de la democracia. El fomentar el pluralismo y el debate, la democracia se fortalece a través del pluralismo de ideas, el debate abierto y respetuoso.

Conclusión

La frase «la democracia soy yo» revela una profunda crisis de la democracia representativa provocada por las «democracias occidentales», que buscan a como dé lugar, al imponer sus visiones y socavar los principios del poder del pueblo, a través de generar una profunda desconexión entre los gobernantes y los gobernados. Es necesario construir una democracia más inclusiva, participativa y equitativa, donde las voces de todos sean escuchadas y donde el poder esté verdaderamente en manos de los ciudadanos.

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